Mis razones.

 Cada día  nos encontramos en una sociedad más individualista, ególatra, en una sociedad de la inmediatez, dónde todo se facilita con un solo clic, donde nos rodeamos de objetos inservibles, nos encontramos en la era del usar y tirar. Y esa forma de estar en el mundo la trasladamos a las relaciones humanas. Esto ya venía ocurriendo, en el momento sanitario en el que nos encontramos únicamente se nos ha acentuado nuestras prioridades y retratado en nuestros valores.

 En mi día cotidiano encuentro momentos de insolidaridad ciudadana, cuando voy con mis hijos en el trasporte público y nadie te cede el sitio...; cuando salgo con mi niña y los patines  y las personas caminando invaden nuestro carril..., si ni tan siquiera muestran respeto a una niña de cinco años..., cuando nos han explicado de mil maneras cómo protegernos y seguimos de terraceo en el ocio nocturno..., cuando desafortunadamente se marcha un anciano y escuchas: bueno... era una persona mayor...

No es que hoy haya despertado pesimista, desperté  realista y con la realidad que me rodea, la sonrisa de la infancia, por la que me siento en la obligación de mejorarles el entorno en el que han nacido. Ellos, con su lógica aplastante y sus valores intactos, no comprenden por qué nos volvemos así de estúpidos al llegar a la edad adulta. Si es el contexto el que destruye nuestros valores más humanos, habrá que mejorar nuestro entorno. 

 De ahí mis razones para tratar de mejorarme y aprender más sobre las habilidades para la vida, con el único propósito de sembrar una semilla de solidaridad, respeto y cuidado del otro.

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